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 Encuentros casuales (MDI y CDLT)

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Navira
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MensajeTema: Encuentros casuales (MDI y CDLT)   Encuentros casuales (MDI y CDLT) Icon_minitimeJue Oct 02, 2008 10:45 pm

Otro de los muchos fics que inundan mi ordenador XDD
En esencia es de MDI y se sitúa cuando Alexander huye de Limbhad y vaga solo por la Tierra durante 2 años.
La parte de Crónicas de la Torre es porque aparece un personaje de dicha historia XDD

Bajo su forma lobuna todo se tornaba irreal y extraño, su visión o mejor dicho, la visión de su parte humana, se volvía borrosa y apenas era consciente de lo que hacía.
Caminó lentamente a cuatro patas, víctima de un intenso mareo, por el que veía imposible el andar a dos pies… o patas. En aquel momento, no sabía con exactitud lo que era, si un hombre, un lobo o una bestia mestiza a medio camino entre ambas cosas. Lo cual le causaba una gran confusión, sumado al lacerante dolor que sentía en todo el cuerpo y las continúas convulsiones que sufría.
A pesar de su agotamiento, no se detuvo y prosiguió con un camino que se le antojaba eterno y desquiciante.
Su pasado, le parecía lejano, como si hubieran pasado miles de años desde la última vez que alguien se había referido a él por el nombre de Alsan… y en realidad no habrían pasado más de dos o tres meses. Ahora, no merecía ser recordado por el nombre real con el que casi todos le conocían. Porque ahora no era él, y quizás nunca más lo sería.
Sus pasos inseguros y vacilantes recorrían ahora un bosquecillo de tierras blandas. El agotamiento empezó a pasarle factura, llevaba aproximadamente una semana sin dormir nada y sentía que pronto se desplomaría sin remedio. Así que optó por descansar.
El mundo parecía moverse bajo sus pies y dando tumbos se acercó a un árbol y se dejó caer pesadamente sobre su tronco. Jadeante dejó caer la cabeza hacia atrás mientras un hilillo de sangre, salía por la comisura de sus labios. Cerró los ojos agotado y se recostó encogiéndose sobre sí mismo.
Tan ensimismado estaba en conciliar el sueño, que los pasos ligeros de un desconocido no fueron percibidos.
Súbitamente abrió los ojos y se volteó torpemente para descubrir quien le había asestado semejante patada y sus ojos amarillentos rebosantes de furia contenida, se encontraron con otros serenos y seguros de color ámbar. A pesar de ello desprendían cierto brillo salvaje que le resultó vagamente familiar.
El dueño de aquellos ojos, vestía una raída túnica roja, que ondeaba al son del viento en torno a sus tobillos. El antes príncipe de Vanissar, levantó un poco la mirada y examinó con atención al desconocido.
Llevaba el cabello cano, largo, de forma que caía un poco desordenado sobre su espalda. A pesar de estar casi blanco en su plenitud, aún se avistaban unos mechones cobrizos que delataban el color que había tenido en su juventud. Sus rasgos eran delicados y perfectos y su piel bastante pálida.
Pero lo que más llamó su atención, fueron sus orejas, que acabadas en punta sobresalían entre el cabello liso.
-¿Qué eres? -gruñó Alexander, que se sorprendió de no haber atacado antes al recién llegado, que en apariencia parecía humano, pero sin temor a equivocarse, podía asegurar que no lo era.
El desconocido, esbozó una media sonrisa.
-¿No crees que tendría que ser yo, el que preguntara? -repuso.
Alexander soltó una amarga carcajada.
-Ni si quiera yo se lo que soy, sólo recuerdo lo que un día fui. -responde con tono nostálgico.- Un príncipe que pronto iba a heredar el reino de su padre. Alguien al que solían llamar Alsan de Vanissar. No sabes lo que es sentir que lo que un día fuiste, tus sueños, se resbalan entre tus dedos igual que un puñado de arena.
El semblante del desconocido se puso serio.
-Te comprendo.
-¡Nadie puede comprenderme! -explotó Alexander mientras sus ojos echaban chipas de ira.
El silencio se hizo en el bosque, ni siquiera los pájaros osaban interrumpir con su canto, la conversación de dos criaturas, tan distintas y a la vez tan similares.
-Ahí te equivocas, amigo. -replicó el desconocido, sonriendo enigmáticamente.- Jamás encontrarás a alguien que te comprenda mejor que yo. -terminó, sentándose al lado de Alexander, que le disparó una mirada furibunda.
El desconocido le aguantó la mirada sin pestañear.
-Soy un licántropo igual que tú, y una vez sufrí por lo mismo. -puso la mirada sobre un punto indefinido y siguió conversando- Hasta que conseguí controlarlo, maté gente inocente. Pero después, una vez que sabes quien eres y te admites a ti mismo, las cosas resultan mucho más fáciles. Incluso se podría decir que tu parte lobuna puede resultar útil en algunos casos.
Alexander puso los ojos en blanco.
-¿Has venido aquí para soltarme un sermón? -inquirió.
El desconocido soltó una carcajada cristalina, jamás Alexander había oído una risa así.
-No, pero me enteré de tu presencia por los pueblerinos y decidí echar un vistazo, pensé que mis consejos podrían resultarte de utilidad.
-Pues te equivocas, no soy un licántropo, soy una mezcla entre lobo y humano: Una bestia que no merece vivir…- paró al sentir que el dolor que le había dado una tregua durante aquellos momentos de conversación, le volvía a recorrer de arriba abajo.
Sucumbió a una nueva convulsión y sus manos se transformaron en dos zarpas ensangrentadas, cuyos dedos estaban coronados por unas afiladas garras negras.
Gimió y dejó caer la cabeza entre las piernas. Sus ojos amarillentos, escondidos tras una enmarañada mata de pelo negro, empezaban a desprender un peligroso brillo.
El desconocido le examinó, crítico. La verdad es que aquel que decía haberse llamado Alsan, tenía un aspecto bastante extraño. La forma de su cabeza era humana, sin duda, pero su boca era un hocico alargado y cubierto de pelo gris, por el que asomaban unos colmillos afilados. Su cuerpo estaba tapado en gran parte por una camisa azul oscura, desgarrada y ceñida en la cintura con una cinta roja. Vestía tan bien unos pantalones negros, rasgados, que le llegaban un poco más abajo de la rodilla. A parte de eso, exceptuando, claro, la cantidad anormal de pelo que recubría sus miembros, era humano. Incluso sus ojos vidriosos eran humanos y reflejaban el terrible dolor que estaba sufriendo.
El desconocido le compadeció y apoyó la mano en el hombro en señal de apoyo.
Alexander levantó levemente la cabeza, lo justo para mirar a los ojos a aquel que admitía ser licántropo.
-Admitirme a mi mismo, dijiste ¿verdad?- dijo con voz serena.
El desconocido sonrió y asintió.
-Todo te irá mejor entonces.- aseguró.
Alexander hizo el titánico esfuerzo de devolverle la sonrisa. Y lo consiguió, aunque apenas fue perceptible.
El individuo de la túnica roja, acogió el fugaz gesto, con una franca carcajada.
-Vamos, puedes hacerlo. Te encontrarás mejor, ya lo verás.-insistió.
Alexander asintió enérgicamente y se levantó de un salto.
De repente las piernas le fallaron y estuvo a punto de caer de bruces sobre la arena, pero consiguió restaurar el equilibrio. Los dolores lacerantes volvieron, y pronto su cuerpo semi humano semi lobuno, se convulsionaba violentamente en una titánica batalla interna.
-Déjate llevar…-le pareció oír en su mente.- No luches más, no vale la pena resistirse.
Alexander se negaba a abandonar el campo de batalla, pero los meses que había pasado luchando contra sí mismo, le habían debilitado y pronto, la idea de abandonar, le pareció tentadora, terriblemente tentadora.
Su cuerpo temblaba violentamente y daba pasos en falso intentando sostener el peso de su cuerpo.
-Olvídate de plantarle cara. Déjate llevar.-dijo de nuevo la voz.
Esta vez si consiguió ubicarla, era el desconocido, que se encontraba al lado suyo, observándole expectante.
-Debo… luchar…-jadeó Alexander con voz ronca.
-¡No!-ordenó con voz firme el individuo de la túnica.-Ya has sufrido bastante, aprende a comprender quien eres y admítelo de una vez, tendrás más de una batalla ganada si lo haces.
Pronto Alexander comprendió que el desconocido, tenía razón, no aguantaría mucho más tiempo luchando y podría costarle la vida.
Las gotas de sudor resbalaban de su frente y empezaban a empapar sus ropas.
“No puedo más” pensó para sí exhausto.”Tú ganas, bestia…”
La dolorosa expresión de su rostro, se suavizó un tanto y se dejó caer lentamente sobre lo arena, mientras sentía que el dolor empezaba a abandonarle. Las convulsiones fueron desapareciendo a medida que metamorfoseaba.
El desconocido, observó la transformación, con una sonrisa de aprobación en los labios.
El pelo gris que antes había cubierto casi todo el cuerpo de Alexander, se introdujo a través de sus poros y desapareció, como si nunca hubiese estado allí. Su hocico se acortó hasta convertirse en una boca y un mentón. Sus manos y pies perdieron las garras negras y recuperaron sus dimensiones normales.
Pero mientras esto ocurría, hasta el propio Alexander, se dio cuenta de que el pelo que ahora le tapaba el rostro, de ojos hundidos y profundas ojeras, perdía el color negro y se aclaraba.
El desconocido observo esto último con expresión neutra.
-¡¿Qué significa esto?!- gritó Alexander cuando su cabello se volvió gris del todo.
El individuo de la túnica le hizo un gesto con la mano para que se calmara.
-Tranquilízate, es la forma que tiene tu parte lobuna de advertirte de que no se ha ido. Y que seguirá ahí. Habéis hecho un pequeño trato.
-¡¿Un trato?! Lo que me faltaba. -se lamentó.
-El trato consiste en que las noches de luna llena, tu cuerpo le pertenecerá solamente a él y no tendrás ningún control, para ser exactos perderás la conciencia. -continuó el desconocido- Pero, el resto del tiempo, te pertenece a ti, y él no hará nada para evitarlo.
Alexander le escuchó con atención, sin dejar de observar sus manos una y otra vez, negando a creerse que la bestia había abandonado su cuerpo hasta que llegara la próxima luna llena.
Mientras, el desconocido se levantó con agilidad del suelo y se dispuso a marcharse por donde había venido.
-¿Ya te vas?-interrogó Alexander.
El individuo se giró y exhibió una media sonrisa. Y sin formular respuesta, prosiguió con su camino.
-¡Eh! ¡Una cosa!-le retuvo de nuevo Alexander.- Por lo menos déjame saber tu nombre.
El desconocido se detuvo le miró.
-He tenido varios nombres a lo largo de mi larga vida. Aunque sin duda en el periodo más feliz me llamaban Fenris, Fenris el elfo.
Alexander, bajó la cabeza unos instantes para meditar la respuesta que aquel extraño individuo le había dado.
-¿Y que es un…?-empezó sin llegar a terminar ya que Fenris, se había ido sin dejar rastro. Pero en el horizonte, sobre una roca, le había parecido ver recortada por la luz de sol que declinaba, la silueta de un enorme lobo que le observaba.


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