Frío (La emperatriz de los etéreos)

Frío (La emperatriz de los etéreos)




Bipa caminó silenciosa por la casa. Hacía frío, más de lo normal, pero ella sentía un calor especial en su interior; un calor que no se podía describir con palabras, más que nada porque no lo entendía.

Se sentó frente a la chimenea, esperando a que el fuego derritiera el frescor que enfríaba sus brazos.

Sin querer, sin comprender por qué, pensó en Aer. Ese estúpido muchacho se había marchado de nuevo a quién sabe qué lugar. Sí, Aer era tonto, el más tonto de todos los chicos de su edad . Abandonó a su madre y eso para Bipa era absolutamente imperdonable, pero…

Se sintió desdichada, vacía… Su corazón ardía en deseos por abrazarlo, por tocar su cabello lacio y deslizar la mano por su cara. ¿Cómo había caído en la tentación? ¿Cómo se había enamorado de alguien que le parecía… Idiota?

Aer era idiota, creía en cuentos de hadas, en encontrar a una emperatriz que no existía, ni existió ni existirá jamás, tan solo eran vulgares tonterías de hadas, relatos fantásticos para que los más pequeños soñaran con volar.

Ella jamás creería semejante barbaridad, nunca olvidaría que vivía en una realidad en la que su supervivencia y la de su padre era lo más importante, y no andar correteando por allá afuera en busca de seres imaginarios e inexistentes.

Pero si sabía que Aer era así, ¿para qué se molestaba en pensar en él? ¿Para qué, si total, estaba claro que nunca iba a volver? Se perdería en los confines de aquella montaña, moriría congelado o quién sabe qué cosas más atroces le sucederían.

Morir… Esa palabra resonó en su cabeza durante mucho rato, imaginarse a Aer muerto le quitaba las ganas de vivir.

Sólo era un muchacho tonto, un muchacho idiota, un muchacho fantasioso, un muchacho infantil, un muchacho… Su muchacho.

Escondió la cara bajo sus brazos y lloró. Lloró por primera vez desde su partida. Lo añoraba tanto, lo echaba tanto de menos…

Sabía que nadie arriesgaría su vida por salvarlo, al fin y al cabo, podía ser una boca menos a la que alimentar, o un disgusto menos para su madre… Así que todo estaba perdido, tendría que olvidarlo y lo haría, al menos creía que podría hacerlo.



-¿Cómo olvidar a alguien que te hace daño cuando no está?-se preguntó, secándose las lágrimas- Ese idiota de Aer, es imbécil… Y todo por querer buscar un palacio tonto en un mundo bobo gobernado por una emperatriz aún más inepta…



Pensó durante largo rato. Se levantó y miró al fuego.

No lo iba a olvidar tan fácilmente. Estaba claro. Escuchó el crepitar de las llamas y volvió a recordarlo: no, jamás lo olvidaría y si no quería morir por sus propios recuerdos tendría que hacer algo, aunque sus principios fueran en contra de ello: Iría a buscarlo, lo encontraría y lo traería de vuelta de ese reino tonto, sí, pero lo traería con ella.